Por Alberto Ruíz Román el 14 diciembre 2021
La vitamina D es clave en la regulación del sistema inmune contribuyendo a la auto tolerancia. Su deficiencia puede alterar la respuesta inmunológica hacia la perdida de esa tolerancia, desempeñando un papel importante en la aparición y actividad de diversas enfermedades reumáticas autoinmunes sistémicas1, como la artritis reumatoide (AR), el lupus eritematoso sistémico (LES) o la esclerosis sistémica, entre otras2.
La deficiencia o insuficiencia de la vitamina D se relaciona no solo con la coexistencia de enfermedades autoinmunes como el LES o la AR sino también con la actividad de algunas de estas enfermedades3. Aún no se conoce si la deficiencia de vitamina D es causa o efecto del proceso inflamatorio2. Por ejemplo, estos pacientes suelen tener menos movilidad y limitan mucho el tiempo que pasan en el exterior, lo que contribuye de forma negativa a mantener niveles adecuados de vitamina D por una menor exposición solar. Además, la propia patología puede estar relacionada directamente con un mayor catabolismo o menor síntesis de vitamina D en el organismo2, o con disfunción del receptor de vitamina D, una de las vías moleculares asociadas al desarrollo de enfermedades autoinmunes4.
La vitamina D es una hormona con propiedades inmunomoduladoras que mejora la respuesta inmune innata e induce auto tolerancia en la respuesta inmune adquirida4. La interacción de la vitamina D con el sistema inmune se produce a través de la regulación y diferenciación de células como linfocitos, macrófagos o células natural killer y de la regulación de la producción de citoquinas5. Así por ejemplo la vitamina D está implicada en la reducción de los niveles de producción de IL-2, interferón gamma y factor de necrosis tumoral; inhibición de la expresión de IL-6; inhibición de la secreción y producción de autoanticuerpos por los linfocitos B6,7.
Por otro lado, el papel de la vitamina D en las enfermedades reumáticas autoinmunes inflamatorias también se puede justificar al menos a 4 niveles8.
La deficiencia de vitamina D se asocia con la exacerbación de la respuesta inmune a través de Th1, una de las principales vías implicadas en la patogénesis de la artritis reumatoide5. Otra posible causa indirecta del desarrollo de enfermedad puede ser la presencia de polimorfismos genéticos del receptor de la vitamina D: el gen Fokl (alelo B) es un factor de riesgo de artritis reumatoide8.
Varios estudios han relacionado niveles bajos de vitamina D con la aparición y/o incremento de actividad de la artritis reumatoide y peor calidad de vida9-12. Existe cierta discrepancia entre los estudios que han relacionado los niveles bajos de 25-OH vitamina D con la actividad de la enfermedad10-14, posiblemente debido a pequeño tamaño muestral o la heterogeneidad clínica de los pacientes incluidos15.
Dos metaanálisis recientes15,16 determinaron que los pacientes con artritis reumatoide presentan concentraciones de vitamina D más bajas que los controles y que existe una relación negativa entre estos niveles y la actividad de la enfermedad (medida por DAS28) y/o la concentración de proteína C reactiva. Además, el déficit de vitamina D se considera en sí mismo un factor de riesgo para el desarrollo de la artritis reumatoide15.
En cuanto a la implicación de la vitamina D en la patogénesis de la artritis reumatoide se ha descrito que juega un papel clave en la susceptibilidad y la actividad de la enfermedad. Por un lado, inhibe la diferenciación de los monocitos en células dendríticas y, por lo tanto, reduce el número de células presentadoras de antígenos disponibles para estimular a los linfocitos T, determinantes en la artritis reumatoide17. Además, la vitamina D inhibe la proliferación de las células B antes de su diferenciación a células secretoras de inmunoglobulinas, por lo que disminuye la producción de anticuerpos18 y contribuye a la inmunotolerancia a través de la respuesta inmune tanto innata como adaptativa19.
Los desafíos asociados con la identificación de si la suplementación con vitamina D tiene un efecto beneficioso en los ensayos clínicos aleatorizados hasta la fecha, incluyen heterogeneidad entre estudios y números de muestra relativamente pequeños para un metanálisis, con solo 5 ensayos clínicos incluidos, lo que enfatiza la necesidad de ensayos clínicos más grandes en diferentes subconjuntos de pacientes con AR para dilucidar completamente el papel, si lo hay, de la suplementación con vitamina D en el tratamiento de la AR20. Además, puede haber diferencias en los niveles de proteína de unión a vitamina D y otras variantes genéticas, que influyen en la eficacia de la suplementación con vitamina D21.
No se cree que la suplementación con vitamina D en dosis bajas / moderadas sea dañina para los pacientes, tiene mayores beneficios para la salud, es relativamente económica y tiene menos efectos secundarios o interacciones en comparación con muchos otros tratamientos de uso común para la AR, como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) o fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) sintéticos o biológicos convencionales21.
Se necesitan estudios futuros de la vitamina D y la AR para ampliar nuestro conocimiento actual sobre los mecanismos por los cuales la vitamina D es capaz de regular las células clave asociadas con la AR. Una pregunta clave que queda por responder es si la vitamina D tiene mayores beneficios en la protección contra la aparición de la AR en contraposición a su posible aplicación como terapia para la enfermedad de AR establecida. Por lo tanto, se requieren estudios futuros para evaluar los efectos de la suplementación con vitamina D en la prevención de enfermedades en personas con riesgo de AR y el desarrollo de la enfermedad en las primeras etapas de la AR21.
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